miércoles, 24 de octubre de 2012

La carrera




Suena el despertador.
Salgo corriendo de la cama.
Cruzo la puerta corriendo, corriendo.
Invado la calle en pijama, descalza de un pie.
Corro entre corbatas y carritos de la compra,
constituyendo mi carrera el primer acto del día,
expulsando así a los demonios
que salen empujándose entre ellos
por mi boca, mi nariz, mis orejas:
son demonios con gafas y anillos
que no siembran el mal con sus actos
sino con sus palabras
y en su feroz salida se enganchan
del pelo de las niñas silenciosas.
Corro durante la mañana, la tarde, la noche.
Corro gritando las imperfecciones de la acera,
el ostracismo de los carburantes,
la idiosincrasia de la avispa que confunde
el cristal con el aire.
Y cuando me quedo vacía de gritos, prisas y demonios,
regreso a casa, enciendo todas las luces,
ceno demonios, me acuesto.




De Autosuficiencia en la

8 comentarios:

  1. Si tus demonios siembran el mal con las palabras, desde luego ahora no han hablado. ¡Me encanta! :)

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  2. Es que estos demonios de tres al cuarto no saben hablar a la vez que están corriendo.
    Abracito, Nuria!

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  3. Posiblemente nos pasamos gran parte del día huyendo de los demonios pero al fin volviendo a ellos inevitablemente.

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  4. Somos imanes para ellos, o viceversa. Lo que está claro es que cuesta despegarse de ellos. ¡Saludos, Lluis!

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  5. me gusta lo que escribís!! ya sea "sin luz" o con "todas las luces"...

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  6. Yo siempre tuve "simpatía por los demonios". Son un alimento que casi nadie recomienda pero que produce, inevitablemente,
    esplendor estomacal.

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