jueves, 30 de abril de 2015

Ni media



En mi guiñol las marionetas se mueven solas. No lo hacen siempre, lo hacen cuando estoy dormida pero no sueño. Se mueven y se burlan de mis manos, de las que prescinden. Las marionetas representan a hombres lejanos cuya segunda palabra es adiós; no, perdón, ésa es mi media palabra, que a su vez es la última entera. Las marionetas corren… ah, no, las marionetas están ancladas a mundos que no se ven desde mi ventana. La que corre soy yo. Las marionetas sonríen.

lunes, 20 de abril de 2015

Se hace saber que




Bastan tres personas para constituir una ciudad,
dos perros
y medio gato.

No hacen falta las máquinas.

No se puede adelantar ni retrasar la hora
en primavera y en otoño
en los relojes de sol.

Van a terminar vendiendo
cerveza con receta en las farmacias.

Con el tiempo,
el corazón ha ido subiendo
y actualmente se halla en la boca,
pero nadie nos ha dicho nada.

Vomitar mucho va a matarnos.

miércoles, 15 de abril de 2015

Hay menú económico

La Fragua de Metáforas acaba de editar mi último libro, "Hay menú económico", un precioso librito maravillosamente ilustrado por Concetta Probanza, y sumamente mimado por La Fragua de Metáforas a través de una cuidadísima edición artesanal. Aquí dejo, como aperitivo, la portada y uno de los poemas-platos.

http://www.lafraguademetaforas.com/

Construir un tomate (antes de hacerlo picadillo)

Yo quería construir un tomate
y cada vez que abría la mano, dibujaba un despiste,
y en cada despiste se me metía un raíl y una uña.
A mi espalda susurraban los poemas,
que, al darme la vuelta, ya no estaban.
El horizonte se veía grande porque no era mío
y mi sombra pequeña por exactamente lo contrario;
nada de esto me impedía seguir pellizcándome,
abrazando punzones para estimularme la sangre,
contestando en ruso encuestas sobre el sarampión.
Como haciendo calor, tenía frío además de hipo,
me acurruqué hasta que pude rodar hacia arriba.
Aunque parecía sólida, por dentro no era sino rubor y agua,
algo que no sabíamos más que el océano y yo, y que ya no oculto.
Descubrí dónde estaba la sal y el aceite: ni cerca ni lejos,
sino en medio, y entonces fui a buscarme y yo ya no estaba.
De verdad que quería construir un tomate,
sacarlo a pasear, entablar con él conversaciones no mamíferas,
distraerme, cuidarlo mucho con los dientes…
pero cada vez que abría una mano, se me caía la otra,
y cuando iba a recogerla, me crecía un tren bajo cada pie.
Y yo, tan despistada y sin maletas, me iba, yo me iba…