Esta mañana todo el mundo estaba en la calle,
todo el mundo, y yo pensaba que, al hacer frío,
si salía un poco el sol solo yo lo vería, y si surgía
un rayo yo lo atraparía para pintar las paredes de
mi caja o para encenderme con él hasta agotarme,
pero todo el mundo estaba en la calle, todo el mundo,
y yo me iba chocando con unos y con otros, con todos,
y ni salió el sol ni dejó de hacer frío y llovía, llovía mucho
y yo ya no valía nada, y me imaginaba con otras dimensiones,
de forma que en una escala bastante mayor, yo sería un bosque
empantanado y en una menor, un embrión de destello ahogándose,
ahogándose, y mis recuerdos se reducen a mi caja, reducida y tan bonita...
Los osos polares sí que saben. Deberíamos aprender de ellos, ¿no te parece? Si consigo la fórmula te la cuento.
ResponderEliminarEs que eres genial, niña...
ResponderEliminarUn beso.
El frío y lo que queda.
ResponderEliminarBesos x 2.