Había señales de ruedas en el camino.
Los marcos de las puertas y ventanas de aquella casa de tejado plano
estaban perfectamente delineados por la caída angulosa de la hiedra.
En el salón, cuatro cuadros contenían, cada uno, cuatro cuadros dentro.
Una televisión sin cables emitía un documental sobre los diversos tipos de cajas fuertes.
En la cocina, el fregadero compartía el espacio con una mesa invadida por dados.
Complementaban la penumbra del dormitorio
una cama de matrimonio y un techo de espejo.
No había pasillo. Al salir de una habitación se entraba en otra.
Abrir y cerrar puertas no era bastante para encontrar la salida.
Subí por la chimenea hasta llegar al tejado.
En el cielo colgaba una foto enmarcada de la Luna.
Llovía. Caían bloques de gotas sobre las hojas cuadradas de los cuadrados árboles
y borraban
las señales de las ruedas
que una vez dibujaron
el camino.
Yo no necesito que se borren las señales de las huellas. Me suelo perder incluso con ellas.
ResponderEliminarUn abrazo, Elena.
OSTIASSSSSSSSSSSSSSS,Esto es Cortazar en gineceo, te quiero, muakssssssssss Alvaro BILBAO.
ResponderEliminarno hay peor cárcel que la falta de un camino.
ResponderEliminarun abrazo.
Las huellas de nuestros pasos, el camino, son cuadradas y giran.
ResponderEliminarSaludos, abrazos, más brújulas.
Ay, como que al leer cositas así a una se le vuelven a dibujar los caminos por delante.
ResponderEliminarEntro en tu poeprosa, o en tu pequeño relato lleno de aristas de intriga bien. Me acomodo en la casa; y hasta me gusta.
ResponderEliminarPero al salir de la chimenea y encontrarme con 'una foto enmarcada de la Luna' es cuando me entra la llorera. Elena, ese poema relato no se merece ese final. ¿Por qué no nos has mecido más en lo absurdo? Al menos deja que juguemos a los dados.
Patricia, hola! Seguro que hay un montón de caminos espolvoreados por entre tus pies.
ResponderEliminarTempero, hola! La Luna no estaba, había salido justo ese momento, pero dejó un clon-foto para no ser echada en falta.