Del descanso al aburrimiento sólo hay un paso. De un
extremo al extremo contrario sólo hay un paso. No me fío de la lluvia que no se escucha. Pensar diferente no es original: todo el mundo lo
hace. Un sí o un no pueden dar lugar a malentendidos; el
silencio siempre quiere decir lo mismo. Soy una incondicional del paréntesis –porque abriga– y
del punto y coma –porque ni es punto ni es coma–. Me da tanto asco la política y, en sí, el panorama
actual, que ni siquiera me alivia decir que me da asco. Todo está contaminado, no hay nada puro. Me he encontrado una pistola y un ataúd (prefiero no
indagar posibles conexiones). En qué pozo, sino en mi cabeza, podría ordenar tantas frases recién dichas y recién calladas. Estoy obsesionada pero no sé con qué. Creo que la ensalada ya está lista, hierve.
viernes, 29 de marzo de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
Días de hula-hop
Baila con el hula-hop.
Salta sin el hula-hop.
Da unas cuantas volteretas y
sumérgete en el hula-hop.
Acércate a mi hula-hop.
Gira en mis caderas, gira.
Vivamos en el hula-hop
días de Saturno y donuts.
Si te mareas con el hula-hop,
degüéllate con el hula-hop
o ahórcate con el hula-hop
pero rueda, rueda, rueda
tú y tu hula-hop en llamas.
De Lo circense.
De Lo circense.
martes, 19 de marzo de 2013
Poesía hortera en Aldea Poética
Este próximo jueves 21 de marzo a las 19:30 tendrá lugar en Off limits (Madrid) la presentación de "Aldea poética VI - Poesía Hortera" (Editorial Ópera Prima).
Tengo la grandísima suerte de estar en esta antología. Sí, soy una hortera. Pero con buen gusto.
domingo, 10 de marzo de 2013
Los oficios vespertinos
Un
hombre en la llanura se colocó frente a una mesa repleta de utensilios. Estaba
todo preparado, eran casi las siete. Damasquinador, comenzó a incrustar hilos
de oro y plata en la luz reinante, mediante arabescos, a golpes de martillo
mudo. Alfarero, fue moldeando las nubes, esmaltándolas y haciéndolas más
voluminosas y cercanas. Tallador, grabó sueños en las ramas de los árboles, las
cuales invitaban a los pájaros a irse cobijando en ellas. Espartero,
confeccionó una cuerda con la que atrapó al sol y lo hizo descender. Navajero,
calentó acero y fabricó un machete con el que peló el horizonte revelando su
corazón anaranjado, derramándolo por los alrededores. El último artesano de
atardeceres suspiró. Se encontraba agotado. Hoy tampoco llegaría la noche tras
el día abruptamente, la luna tras el sol sin su armonioso baile. Sólo cuando le
encontró un defecto al cielo, sólo entonces, se sintió plenamente satisfecho.