Cada
vez que oía la palabra
pasillo,
crecía
y se estrechaba,
su
piel adquiría un tacto enmoquetado
y
sus ojos se convertían en apliques
que
proyectaban una luz intermitente
en
su parpadeo.
Pero esto no se sabía, porque cuando
alguien
decía la palabra
pasillo,
él
simplemente desaparecía de su vista
y
había, de repente,
más
metros para andar.
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