En el principio fue la pereza... No me apetecía colgar nada en el blog y dejé pasar los días y las semanas hasta que volvieran las ganas. Luego fue el diseño... Me cansa este actual y las plantillas que veo por aquí tampoco me llaman excesivamente la atención. Más tarde fue blogger en sí... Que si ahora quitamos esto, luego lo otro, más tarde lo de más allá, y no te quejes que te cambiamos el número de entradas visibles cada dos por tres y porque sí y te lo descuadramos todo, blablablá, etc. Más tarde fue el tiempo... Estoy arreglando poemarios, construyendo
nuevos, y sumergida en unas cuantas historias no poéticas que me
consumen las energías y las horas. Y ahí estoy. El caso es que no voy a dejar a la deriva este barco, pero necesito recuperar el tiempo y las ganas para plantearme si cambio el diseño o si me llevo el blog a otro puerto. Volveré, hola.
sábado, 10 de diciembre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
Historia caminando
La historia que me acabo de encontrar
no quiere que vea sus manos
porque no se fía de su voluntad.
No es la primera vez: suelo ver historias caminando,
historias defectuosas y aparentemente especiales,
historias con la nariz o el mentón de otra historia,
historias cojas que suplen la pierna que les falta
con un acordeón o con el que lo toca.
Me he acostumbrado a acercarme a ellas
para verlas bien,
cuando lo que tengo que hacer es alejarme
para verlas mejor.
Hoy no sé qué pasa –escucho–, no hay nadie fuera.
Bueno –me animo–, seguro que estarán sus historias.
De Pan con pan
miércoles, 28 de septiembre de 2016
lunes, 26 de septiembre de 2016
La frutería
La frutería es tan pequeña que sólo cabe, además de la fruta y la frutera, una persona. Por eso, y teniendo la mejor fruta de la zona, siempre hay gente en la calle esperando que salga el que está dentro. Junto a la puerta hay un naranjo tan grande que está prácticamente volcado hacia la entrada de la frutería. Es habitual que caigan naranjas de sus ramas sobre las cabezas de los que hacen cola. Entonces algún afectado manifiesta que todavía no es su turno y que además no ha pedido (ni va a pedir) naranjas. La frutera le ordena que abandone la cola y se vaya a su puta casa, textualmente. La frutera es un poco borde, aunque tiene días afables en los que su respuesta es más suave, y dice: “No te quejes tanto, a ver si en vez de naranjas te van a caer melones en la cabeza”. A lo que el afectado replica que los melones crecen en la tierra, no de los árboles. En la puerta de mi frutería sí crecerán de los árboles –rebate la frutera, cuyo marido es ferretero y le puede proporcionar todo el alambre del mundo para colgar del naranjo melones o lo que le dé la gana.
De Ciudad girándose
domingo, 18 de septiembre de 2016
La táctica
Pulgas con dientes
rondan mi pecho por la noche
y, acostada,
tengo que ponerme la mano en el corazón
para que no se me escapen los sueños.
jueves, 8 de septiembre de 2016
Historia contada en equis pisos
–Hola, no nos conocemos, ¿a qué piso vas?
–Al ático, estamos empezando a conocernos, hola.
–Ah, entonces igual que yo. Qué bien se cierran las puertas, ¿eh?
–Sí, pero este ascensor es un poco agobiante, ¿no? Tan estrecho, con esa luz parpadeando como si fuera a apagarse de un momento a otro, con el techo tan bajo…
–Cierto, si midiéramos un metro más no cabríamos. ¡Eh, cuidado! ¡Acabas de crecer cincuenta centímetros de golpe!
–¡Ay, no me he dado cuenta!
–Es broma. Estoy en esa fase de la relación en la que te elevo a los altares.
–Yo nunca te querré como tú a mí, y lo sabes.
–Ya. Tú me lo demostrarás desde el principio pero yo me resistiré a creérmelo. Sufriré mucho.
–Bueno, no tanto. Te follarás a unas cuantas en medio de ese sufrimiento.
–Y de lo que hagas tú no me enteraré nunca. Serás discreta.
–Tú querrás convencerte de que tengo algo con alguien para justificar que no confías en mí. No habrá nadie, pero te resultará difícil convivir conmigo. Mira, ayer me sentía la persona más desgraciada del mundo. Hoy, de repente y no habiendo cambiado nada en mi vida desde ayer, soy feliz. Te costará aceptar eso, mis cambios de humor, mis altibajos.
–Es lo que peor llevaré. Cada mañana, cuando bese tus párpados para despertarte, no sabré de qué color amanecerán tus ojos: grises o verdes.
–Y terminarás por no besarme los párpados.
–Por no despertarte.
–Y tendremos un perro.
–O un hijo.
–No, un hijo no. Eh, acabamos de llegar al ático. No hay más pisos arriba.
–Fue bonito, ¿verdad?
–Sí. Pero este ascensor era demasiado pequeño. Estábamos tan juntos que no nos dimos cuenta de lo separados que estábamos. En otras circunstancias, quién sabe si lo nuestro hubiera funcionado.
–En otras circunstancias no te habría conocido. Ahora toca bajar por las escaleras. ¿Vienes?
–No, gracias. Prefiero bajar por la ventana.
–Al ático, estamos empezando a conocernos, hola.
–Ah, entonces igual que yo. Qué bien se cierran las puertas, ¿eh?
–Sí, pero este ascensor es un poco agobiante, ¿no? Tan estrecho, con esa luz parpadeando como si fuera a apagarse de un momento a otro, con el techo tan bajo…
–Cierto, si midiéramos un metro más no cabríamos. ¡Eh, cuidado! ¡Acabas de crecer cincuenta centímetros de golpe!
–¡Ay, no me he dado cuenta!
–Es broma. Estoy en esa fase de la relación en la que te elevo a los altares.
–Yo nunca te querré como tú a mí, y lo sabes.
–Ya. Tú me lo demostrarás desde el principio pero yo me resistiré a creérmelo. Sufriré mucho.
–Bueno, no tanto. Te follarás a unas cuantas en medio de ese sufrimiento.
–Y de lo que hagas tú no me enteraré nunca. Serás discreta.
–Tú querrás convencerte de que tengo algo con alguien para justificar que no confías en mí. No habrá nadie, pero te resultará difícil convivir conmigo. Mira, ayer me sentía la persona más desgraciada del mundo. Hoy, de repente y no habiendo cambiado nada en mi vida desde ayer, soy feliz. Te costará aceptar eso, mis cambios de humor, mis altibajos.
–Es lo que peor llevaré. Cada mañana, cuando bese tus párpados para despertarte, no sabré de qué color amanecerán tus ojos: grises o verdes.
–Y terminarás por no besarme los párpados.
–Por no despertarte.
–Y tendremos un perro.
–O un hijo.
–No, un hijo no. Eh, acabamos de llegar al ático. No hay más pisos arriba.
–Fue bonito, ¿verdad?
–Sí. Pero este ascensor era demasiado pequeño. Estábamos tan juntos que no nos dimos cuenta de lo separados que estábamos. En otras circunstancias, quién sabe si lo nuestro hubiera funcionado.
–En otras circunstancias no te habría conocido. Ahora toca bajar por las escaleras. ¿Vienes?
–No, gracias. Prefiero bajar por la ventana.
Lo que tiene septiembre
Me pareció raro que expidieran el pasaporte en una floristería, en vez de en Comisaría.
Su fecha de caducidad no venía marcada en años, sino en estaciones.
No dio flores, dio páginas en blanco.
Era un pasaporte de otoño.
Pero todavía era verano.
Su fecha de caducidad no venía marcada en años, sino en estaciones.
No dio flores, dio páginas en blanco.
Era un pasaporte de otoño.
Pero todavía era verano.
sábado, 27 de agosto de 2016
Ley infusa
He estado tantas veces arriba
y tantas veces abajo
que ya no sé ni estar arriba
ni estar abajo
pero sé perfectamente
subir y bajar.
domingo, 21 de agosto de 2016
Voix Vives, el cuarto
Estaré en la cuarta edición del Voix Vives, este año no en la organización sino como poeta invitada. Pero, por cuarto año consecutivo, estaré en Toledo comenzando septiembre. Se está convirtiendo en una tradición :)
viernes, 12 de agosto de 2016
Avenida de día
En el callejón.
Por la noche.
Detrás de alguien
o difuminada entre muchos.
Mojando velas.
Mojando cerillas.
Rompiendo linternas y el sol.
Ahí estaba.
Qué a gusto estaba ahí, hostias…
Pero salí un momento
y cualquier sombra
ocupó mi sitio.
Tan blanca que
se me transparentan los tigres.