Además de matar a Freud las veces que haga falta, se puede coger un puñado de sueños extraños habidos en noches muuuuy laaaaaargas, y derramarlos sobre un libro para golpear con él la cabeza de Freud y rematarlo por si acaso. Eso es lo que he hecho. Escribir todos esos sueños a la mañana siguiente. Enviarlos a las amigables manos Liliputienses. Ya ha salido de la imprenta la nueva criatura, ya está junto a sus hermanxs.
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