Vi a David Trashumante en Cosmopoética, no hará un mes, recitando poemas de “Apenas” (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2018). Lo he visto otras veces recitando poemas de libros anteriores y doy fe de su presencia escénica, de su locuacidad, de su ingenio, de su ironía. Pero otro Trashumante –sin dejar atrás a sus demás Trashumantes– se había plantado en el escenario. Era un Trashumante sobrio, más lírico que nunca, con ecos de Pizarnik y de Mestre, sobre todo. Mientras recitaba, pude ver su mundo entretejido por versos largos a punto de desintegrarse. Y también veía a quienes le escuchaban con cara de no comprender exactamente aquel código extraño y mágico que los abstraía hasta el punto de no poder mirar hacia otro lado ni oír otra cosa más que a David diciendo Dicen…
He terminado de leer el libro en un tren y me he preguntado en movimiento muchas cosas acerca de la poesía, del lenguaje, de los poetas. He encontrado en estos versos a David Trashumante felizmente sereno, rompedor, emotivo, sabio, preguntándose (con la voz de siempre) y respondiéndose (con otra voz). Sus inquietudes y trashumancia, que no es ni muchísimo menos de apodo sino de verdadera condición, no le permitirán anclarse tampoco en este estilo, sospecho. Porque ha demostrado en más de una ocasión no estar dispuesto a acomodarse ni a perdurar bajo el auspicio de ninguna etiqueta. Lo cierto es que ha escrito un buen libro, uno diferente. Y los que le quedan.
Perdonadme si las imágenes no son muy nítidas. He hecho varias pruebas y las fotos no quieren salir exactamente claras. Como han querido salir las dejo.
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