Me gusta el café y tengo un amigo
que se llama Félix,
Félix tiene al Norte:
el Norte, además, tiene un buen café
y se les nota a las montañas.
Antes le hablaba cada doce meses
sobre el poder curativo que él y el mar que ve
ejercen barítonamente sobre mi afonía;
ahora lo hago sin fechas,
cuando quiere la vida.
Sea como sea y cuando sea,
Félix es ese poema que
abriga hasta cuando tiene frío.
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