Hay un lugar en lo que miramos,
que es el lugar donde el frío
agranda las manos de los hombres
que desayunan hielo.
Ellos quieren componer muebles.
Las mujeres inventaron la llave
que ellos no pueden utilizar:
es una llave pequeña,
son unas manos grandes.
Ellos así no saben vivir,
sin sentir suya la madera.
En vez de hacer más grande la llave,
quieren morirse, pero
no abriendo un bote de pastillas,
no anudando la soga:
sus manos no atinan
con una muerte minúscula.
Ellos necesitan para matarse
una pistola de balas inmensas,
un sentarse frente al último amanecer,
un martillo para romperlo y romperse.
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