El olor a sandía no se va
al abrir las ventanas
porque
no podemos abrirlas.
Moriríamos asfixiados.
.
Tampoco podemos acercarnos mucho al ventilador.
Sus aspas nos amputarían las orejas y la nariz
y esta noche cenaríamos hamburguesas
en vez de un gran vaso de horchata.
.
En la habitación oscura,
donde sudar es sinónimo de plastilina,
rabia la cama, deshecha por las tempestades
desde ayer y hasta mediados de septiembre.
.
Es más refrescante tocar el suelo con los pies
que cruzarlo con patines.
También más lento.
El escaso presupuesto
sólo da para chanclas rosas.
Buen verano, Elena!!
ResponderEliminarHoy he aparecido rodeado de bisontes.
Abrazo.
Qué bien! Están entonces en buenas manos. Feliz verano con olas.
ResponderEliminarSiempre, desde que un antiguo profesor me enseñara su vivienda/cueva en Fuentidueña de Tajo, soñe con vivir en una cueva en verano. Profunda, con el estímulo de una temperatura ahogada al alza.
ResponderEliminarCuriosa forma la tuya de abordar lo cotidiano en un poema no tan trivial.
Refrescante e imaginativa, me gusta tu manera de hacer poesía.
ResponderEliminarUn placer conocer tu blog.
Lo cotidiano bien vale unos cuantos -y más- versos.
ResponderEliminarGracias, Tempero, y gracias, Klee, por pasaros y traerme vuestras palabras.