martes, 1 de octubre de 2013

Y el agua crece



Llueve flores y, abajo, el agua crece.
Nadie se quiere mirar los pies.
Cuando pasa el tren, se abren las calles
(las calles son dormitorios sin puertas).
Camina la muerte en pijama, sin dientes,
sedienta de sueños líquidos;
un perro le muerde los tobillos
y se muere de invierno el perro.
Quién sonreiría ahora.
No es un sueño lo que asoma,
envuelto en círculos concéntricos:
el sueño no desnuda,
el sueño no impone ladrar.
Un adiós es un pañuelo
en el que cabe un átomo y un dragón.
La oscuridad se despide
insultando, como siempre.
Los muertos se pasean a las ocho.
Si ellos no me ven,
yo no los veré a ellos.

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