Llueve flores
y, abajo, el agua crece.
Nadie se
quiere mirar los pies.
Cuando pasa
el tren, se abren las calles
(las calles
son dormitorios sin puertas).
Camina la
muerte en pijama, sin dientes,
sedienta de
sueños líquidos;
un perro le
muerde los tobillos
y se muere de
invierno el perro.
Quién
sonreiría ahora.
No es un
sueño lo que asoma,
envuelto en
círculos concéntricos:
el sueño no
desnuda,
el sueño no
impone ladrar.
Un adiós es
un pañuelo
en el que
cabe un átomo y un dragón.
La oscuridad
se despide
insultando,
como siempre.
Los muertos
se pasean a las ocho.
Si ellos no
me ven,
yo no los
veré a ellos.
Ay, Elena, Elena... eres maga y hoy el día ideal para leerte. Gracias.
ResponderEliminarA ti, Nuria :)
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