Porque el mundo era la fruta y yo era
un insecto,
porque el aroma y la pulpa y el jugo
y las mondas y las vitaminas
llenaban mis artrópodas horas de
insecto,
porque no sabía cantar ni oír
canciones,
porque sólo sabía mover las antenas
poniendo muecas temporeras de insecto
y quejarme de que me hubieran pisado
rompiéndome una pata, la ósmosis, el
abdomen,
con el brío que supone rehacerse confundiendo
las cuatro estaciones aun hablándoles
de usted,
porque en mi afán por seguir siendo
insecto
me bastaban las raíces, las cáscaras,
las formas,
por eso no podía ver detrás y encima
de la fruta:
la ciudad, el cielo, el mar, el exprimidor…
no los he visto hasta que no me han
vuelto a pisar
rompiéndome, esta vez, todo mi cuerpo
de insecto,
y al tener que repararme entera, me he
implantado
genes de insecto y también genes de sepulcro,
y pudiendo mirar y pudiendo pudrirme,
miro, y me pudro.
De "Hay menú económico"