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domingo, 11 de mayo de 2025

El vértigo

Pero él fue enorme, abrazo, escucha, titán, diez aunque también tres y cinco y extensión de lo sensato. Violín, piano con manos de enorme amor. Y cómo puedo olvidarlo, si no quiero. Hombre bueno, hombre abrazo, mediador entre la isla y el mapa. ¡Qué suerte la mía! Porque él fue techo siempre, abierto a las ventanas que reflejan el atardecer en no cualquier parte. Escucha, titán, un caminar continuo silencioso y cristal. Era el hombre cuyo respirar viajaba en barca. Era generosidad, pila, cerezas o el buen tiempo, once otra vez. Era mi padre y mayo, un corazón muy grande, el vértigo.



sábado, 10 de mayo de 2025

10 de mayo

 



O poner la música tan baja que podría tropezar con ella,
papá,
para poder escuchar bien cómo nombras lo que ahora ves.
Dicen que la muerte es una puerta
tras la que permanece lo que deja de verse.
Yo no oigo nada más que
nido y mariposas.



sábado, 11 de enero de 2025

Propósitos de un relato bárbaro

Voy a escribir un relato en el que no haya principio ni final. En el que lo que suceda dependa del principio y derive hacia el final. Un relato como un párpado, en continuo movimiento salvo cuando tiene que hacer como que duerme. Voy a escribir un relato caleidoscópico, con piezas imposibles de juntar ni siquiera con palabras. Voy a darme un paseo aprovechando que la niebla propicia no entretenerse con nada más que con los propios pensamientos. Los pensamientos, si son propios, derivarán en ese relato. Voy a escribir ese, y no otro, relato. No habrá personaje protagonista ni secundarios. Lo único que pasará será el tiempo. No lo terminará de leer nadie. Voy a escribir un relato bárbaro cuando vuelva de la niebla. Un relato once. Un relato humo.


domingo, 16 de junio de 2024

Partamos del blanco

El blanco se puede adaptar al poema (y a la inversa), así como se adapta fácilmente a un tiesto en prosa. Blancas son las gotas del jazmín, blanca la víspera de las mariposas y blanca la nieve que no existe. Blanco es el oxígeno que falta cuando un padre se muere, pasa el tiempo y el padre se sigue muriendo. Extremadamente blancas son las piernas de los sonámbulos. Tienen cuatro.

domingo, 19 de noviembre de 2023

Caligrafía inmensa

 

Le gustaba escribir y lo hacía a conciencia, tomándose su tiempo y recreándose en la curva de cada vocal, en el alzamiento o socavamiento de cada consonante. Tenía una letra preciosa, es cierto. No le gustaban los e-mails ni los whatsapps. Escribía frases como olas retirándose. En la Universidad, cuando tomaba apuntes, sólo era capaz de transcribir principios o finales, por lo que más que apuntes componía collages; nadie que hubiera faltado a alguna clase se los pedía. Tardaba una hora en hacer un esquema. Suspendía todos los exámenes menos el de dibujo. Mientras rellenaba una solicitud, se le acababa el plazo para presentarla. Mientras escribía sus memorias se murió, pero despacio y con cuidado de no emborronarlas con su cadáver.  


martes, 14 de marzo de 2023

Escribir una calle

Escribir un poema sin manos soñando y decir: escribir una casa de una planta. Estar bien ahí (escribir). Dibujar un verano alrededor y quedar espacio para una elipsis aunque más me valdría un buen argumento. Ver el dibujo y advertir que tiene los rasgos de un paréntesis y la caducidad de algo dulce. Escribir un verano dibujado. No sentir la obligación de nombrarlo pero sí la necesidad de abanicarlo a oscuras. Escribir una calle y regarla y afirmar: escribir una calle es donde quiero vivir. Pasar el tiempo desde que lo pensé y escribir como si no acabara de hacerlo.

De Amapolamen (Edit. Gato encerrado, 2023)

sábado, 25 de febrero de 2023

Fresas por moras

 

Dicen que si aspiras el humo de una fresa quemada viva, irrumpe la luz desde dentro. Dicha afirmación no solamente no está contrastada, sino que ha sido categóricamente desmentida (pero porque últimamente se desmiente todo). Bien, supongamos que es verdad que es mentira. Bien, quemo fresas a las 11 con tapones en los oídos y difundo el rumor sustituyendo las fresas por moras (no sé por qué, las moras inspiran más confianza al resto), y alguna cosilla más. El caso es que dicen que si aspiras el humo de una mora quemada viva, el vehículo en el que viajabas, explota.

sábado, 21 de enero de 2023

Intrusión

A veces descubre intrusos al levantarse por la mañana, otras al salir del baño. En ocasiones son personas adultas, en otras adolescentes o niños. ¿Cómo estás hoy? –le preguntan, y ella no siempre contesta. No fuerzan la puerta, no actúan con violencia, parecen saber dónde lo guarda todo. ¿Qué quieres comer? –le preguntan, luzca el sol o la luna. Y ella dice que piedras, o tejas, o niños, y a los niños esta respuesta les hace gracia y se ríen, ajenos a las circunstancias. ¿Sacarán ahora un arma? –se inquieta cuando los ve hacer un movimiento extraño, porque si no es para robar y matarla, no entiende para qué entran unos desconocidos en la casa de una anciana. Entonces lo que sacan es una lágrima o un suspiro o un relámpago a un centímetro del corazón, iluminándolo triste. Porque lo que le están preguntando esos desconocidos –sus hijos y sus nietos– y que tanto le cuesta responder, es su nombre, o qué hizo ayer, o con qué mano olvida. Y si ella no responde es porque, realmente, no sabe las respuestas.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Al domingo


Que escribir sea como un golpe de viento: espontáneo, ágil, lesivo. Olvidar, igual que a otra raíz cuadrada, la ligereza. Que asomarme aquí no implique rebuscar textos anteriores en los que yo sea el verso que sobra, y hacerlo como diciendo: esto dije. No debería imponerme más condenas. Alzar, copa en mano, este domingo, porque, ¿quién no ha tenido al menos uno en su vida? ¿Cómo nombrarlo, cómo enfocar lo que no es sábado ni lunes? Nada en lo auténtico es innato. Recordemos que uno, tres, dos. Lo importante es el pájaro y pico en la rama. Su canción volada. 

domingo, 26 de mayo de 2019

La pista de patinaje


Tiene que hacer mucho frío para que pongan en marcha la pista de patinaje. Es habitual que acudan los patinadores con su gorro, su bufanda, sus guantes, su nevada propia y su casa. Porque, ya que se caen o ya que no, es más reconfortante caerse con la casa a cuestas (o no caerse con la casa a cuestas), levantarse con la casa a cuestas (o no tener que levantarse con la casa a cuestas), y continuar en pista inyectándole círculos perfectos al hielo con la casa a cuestas (y continuar en pista inyectándole círculos perfectos al hielo con la casa a cuestas) hasta que el megáfono pide que se retiren los individuos del fondo, los de las grandes nevadas propias y las casas blancas, porque ya han rebasado el límite de desmoronamientos del día. Se dice que los patinadores que no llevan una casa a cuestas son ángeles, pero no es seguro porque, al igual que los que sí la llevan, se caen riendo y se levantan llorando, con su nevada propia.



De Ciudad girándose

jueves, 3 de enero de 2019

Promedio del saber


Un tercio de la población tiene hongos en su cuerpo fabricados por su organismo, y no lo sabe. El organismo es una franquicia del cerebro, los niños lo ignoran. La comida envasada fue la precursora del individualismo: para qué comer con nadie si lo que comemos es para una mano, no para el tacto… no tiene por qué conocerse este dato. Un cuarto de la población descubre demasiado tarde que el estancamiento es el enemigo. El ser humano no puede dejar de moverse. Cuando lo entiende, echa a correr para recuperar el tiempo perdido. La mitad de la población no sabe de qué huye.

domingo, 14 de octubre de 2018

Mi casa a los ladrillos

Me hacían daño los zapatos y me los quité. Tenía calor y me deshice del abrigo. Me cansé de mirar el reloj y lo lancé lejos y así dejé de tomar mis medicinas, de ir a trabajar, de quedar con nadie y otras actividades que implicaran estar pendiente del tiempo. Me volví enferma, pobre, solitaria, descalza, ligera. Regalé mi casa a los ladrillos, mi ropa a las ovejas, mis libros a los árboles, mis flores a la primavera. Pero todavía necesitaba desprenderme de más cosas. Respiré hondo y me pesaban los pulmones, maldita sea… ¿lo entendéis ahora?

martes, 25 de septiembre de 2018

Esperando en la estación a la chica del psiquiátrico, de Óscar Aguado

Estuve fuera y estuve más fuera todavía. Estuve incluso en otro país. Estuve incluso en otro país donde el mediodía era una sombra en la que reinaba durante cinco minutos una abeja. Las abejas en otros países no son como en otros mares. Trabajé, escribí y viajé. Leí un libro maravilloso que me tuvo absorta aquellos días, perdón, aquel país, no, aquella abeja, sí. E hice esta reseña que apareció publicada en El coloquio de los perros. Ahora que he aterrizado en septiembre, aunque de nuevo sea un post tardío, la dejo aquí y me preparo para retomar el blog. Me gusta mucho "Esperando en la estación a la chica del psiquiátrico", de Óscar Aguado. A veces me gusta más ir, y otras volver. Lo que no me gusta no está por aquí. Qué bien.

viernes, 20 de julio de 2018

Las veletas para el aire

Esa propensión a desplantar los pies de la tierra para levitar hasta conseguir mirar a una nube a los ojos, la he heredado de mi padre, el helicóptero, que se ha jubilado pero sólo oficialmente, pues mantiene las hélices bien altas. Primero lo coloco todo en orden, hago planes; luego pulso mi botón de encendido y con mi aleteo mecánico los desbarato. Será cierto que las cosas vienen como tienen que venir, pero eso son las cosas: las personas queremos ser señales de tráfico para, precisamente, cosas nuestras; las veletas para el aire. Hoy, aquí, lanzo una moneda y sale cara de cruz. Pruebo con un billete, pulso mi botón de encendido y lo destrozo. Merodeo Pekín.

jueves, 14 de junio de 2018

El recorrido


Me dijeron que mi parada sería la tercera, pero la próxima es la quinta y tampoco es la mía. Hace dos paradas que me levanté de mi asiento y me coloqué aquí, junto a la puerta, donde sigo de pie. Continúo el trayecto sin saber cuál es mi parada y sin poder volver a sentarme porque alguien ocupó mi asiento. Me sé de memoria las instrucciones para romper el cristal.

lunes, 2 de abril de 2018

La relojería



La relojería está enclavada en una esquina. En horario de comercio permanece abierta por la puerta que da a la calle más concurrida. La gente entra para comprar relojes, pilas para relojes, correas para relojes, e incluso cucos para relojes. Al anochecer se cierra dicha puerta y se abre la que da a una calle poco transitada y poco iluminada. Individuos con gabardina y sombrero entran entonces. Piden en voz baja una dosis. Tienen ojeras y les tiemblan las manos. Pasan a la trastienda. Personas muy ocupadas compran tiempo. Se lo inyectan en cualquier parque y, aunque se sientan mejor, con frecuencia se aburren y buscan pelea.

De Ciudad Girándose