viernes, 27 de julio de 2012

El robo



Mientras estaba siendo atendido un joven repartidor de pizzas bastante afectado, el siguiente en la cola rememoraba los años en los que la gente denunciaba la sustracción de su vehículo o de sus tarjetas de crédito, o el asalto a su vivienda... tiempos en los que se robaba lo material. Siendo al fin su turno, fue atendido por el oficial, que tomó nota de los hechos acontecidos: a las ocho y media de la tarde el denunciante salía de trabajar del taller mecánico sin haberse quitado su grasiento mono, cuando dos hombres le cerraron el paso en una callejuela. Le amenazaron. Él se mantuvo firme, negándose a darles lo que a voces le pedían. A cambio les ofreció su reloj, su cartera, su muela de oro, pero no querían nada de esto. La emprendieron con él a puñetazos y a patadas. Aguantó como pudo pero al final accedió a sus pretensiones: les entregó su trabajo, les explicó en qué consistía, cuál era el horario y cuál el sueldo. No satisfechos con esto, le pidieron las claves. ¿Qué claves?, preguntó, ingenuo. Las claves de su éxito laboral, de lograr mantener su empleo en medio de aquella crisis, le respondieron. Tuvo que dárselas, gimoteaba, mientras el oficial le daba unas palmaditas en el hombro. Firmó la denuncia y se alejó observando la cola que dejaba tras de sí y en la que había, entre otros, un bombero, una prostituta y un proctólogo. 

lunes, 23 de julio de 2012

Pandemónium




Con movimientos de animal impaciente por cautivo,
encubro la verdadera intención de mi pecho
-escribir mi nombre en la espalda de quien me da la espalda-.

Y si la calle se ha llenado de sillas plegables
acepto la sugerencia de agacharme y observar cómo arde el cielo.
Arde, el cielo arde y nadie puede subir tan alto y apagarlo.

Pandemónium, qué cerca y qué lejos. En realidad, qué cerca...

Aparqué mi vuelo en algún lugar púrpura sobre el río
pero no sabría concretar el punto exacto, ni importa ya.

Lo que no entiendo es esta torpeza al asignar cárceles.
Si pretendían aquietarme,
por qué encerrarme en una pecera sobrando jaulas.
Entonces habría una puerta, y yo podría abrirla,
hallándome lo suficientemente seca para arder con todo.


sábado, 14 de julio de 2012

MCXIII



A propósito de lenguajes:
me resulta más fácil escribir en prosa
pero la poesía me es más necesaria.

viernes, 6 de julio de 2012

Lo que faltaba



Sabía que olvidaba algo:
no era el paraguas, porque,
lloviendo, no se mojaba.

Volvió, incapaz de precisar
qué se había dejado atrás,
qué era...

Abrió el ataúd
y se vio a sí mismo,
justo lo que le faltaba.