Le pregunté cómo estaba,
si le dolía algún botón mal implantado,
qué pensaba acerca de la
similitud entre el pasillo y el dial,
si es que tenía algo en
contra de mí, porque cada vez
que me he acercado a él,
me ha espantado con la voz de Dylan.
A través de un quejido
desgarrado, profundo, que sonaba como
una sílaba de flamenco
sentada al piano o como lo que queda
de la esperanza cuando ha
sido defenestrada, me dijo
que estaría mejor si yo
dejara de roer sus cables un segundo.
Toqué en alguna parte y
fui informada exhaustivamente de las noticias
de la actualidad que, en
un principio, creí que se referían a la Edad Media,
y también del parte
meteorológico y del mundo, que es deportivo.
Era la hora de las
palabras y las tuve, y si algo he aprendido del volumen
no ha debido ser
importante en tanto que ya no lo recuerdo.
De Esta dichosa ansiedad doméstica