Tiene que hacer mucho frío para que pongan en marcha la pista de patinaje. Es habitual que acudan los patinadores con su gorro, su bufanda, sus guantes, su nevada propia y su casa. Porque, ya que se caen o ya que no, es más reconfortante caerse con la casa a cuestas (o no caerse con la casa a cuestas), levantarse con la casa a cuestas (o no tener que levantarse con la casa a cuestas), y continuar en pista inyectándole círculos perfectos al hielo con la casa a cuestas (y continuar en pista inyectándole círculos perfectos al hielo con la casa a cuestas) hasta que el megáfono pide que se retiren los individuos del fondo, los de las grandes nevadas propias y las casas blancas, porque ya han rebasado el límite de desmoronamientos del día. Se dice que los patinadores que no llevan una casa a cuestas son ángeles, pero no es seguro porque, al igual que los que sí la llevan, se caen riendo y se levantan llorando, con su nevada propia.
De Ciudad girándose
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