La insistencia de María González Martín-Lorente en las arrugas, en la sal, en a veces la felicidad, en el territorio como punto de partida para el lenguaje, en el plástico, en la tristeza por los muertos (Montoto, Espaliú)... es parte de lo que habita El hambre, elegantemente editado por Maclein y Parker. Se nos ha hecho grande, María. Mucho corazón despliega por estas páginas y, a la vez, exactitud. Si agarras fuerte este libro y esperas el momento adecuado, puedes volar. Y si no, vuela él. Palabra.