jueves, 4 de diciembre de 2025

Sacarina

 

Después de seguirle durante un buen rato, justo cuando se adentró en el callejón, le disparé por la espalda. Fumé compulsivamente hasta que dejó, por fin, de gemir y respirar. Me senté a su lado. Vi que sobresalía de uno de sus bolsillos su teléfono móvil; comprobé que estaba encendido. No sé por qué –si el mal ya estaba hecho y por encargo– necesitaba quedarme allí y esperar a que alguien llamara para preguntarle dónde estaba. Yo resolvería esa llamada comunicando, a un interlocutor desesperándose, que el hombre por quien preguntaba ya no vivía. Y entonces podría largarme relativamente en paz y echar el resto de la noche en algún tugurio. Pasaron muchas horas, muchas ratas, muchas moscas, muchos borrachos, un taxi con las luces apagadas, los chicos de Max… hasta el viento pasaba y empezaron a dormírseme las piernas y los ojos. Jugaba al póker conmigo mismo; me daba las cartas con violencia; me hacía trampas. Me peleé con un contenedor, me limé las uñas contra el bordillo… nadie llamaba. Llovió. Dejó de llover. Llovió más fuerte. Dejó de llover más fuerte. Maldita sea, estaba seguro de que en el instante en que decidiera abandonar el cadáver, fuera cual fuera ese momento, sonaría el dichoso aparato. Pero tenía que irme, estaba a punto de amanecer y corría el riesgo de ser descubierto. Me marché lentamente agudizando el oído por si en el transcurso de mi retirada escuchaba el teléfono del muerto, lo cual hubiera sido señal de que alguien se preocupaba por él. No sonó ni sonaría, y me impresionó tanto la soledad de aquel desgraciado que no me pareció relevante que tampoco hubiera sonado el mío en toda la noche.

sábado, 15 de noviembre de 2025

¿Dónde vamos?

 


Corrimos hacia el este porque
venía la tormenta desde el oeste.
Nos cobijamos en las casas blancas
porque decían que las negras se hundirían.
Las abandonamos deprisa porque
vino el viento y era daltónico.
Nos fuimos al sur
porque en el norte no nos querían.
Nos subimos los unos sobre los otros
para formar una columna que se desmoronó
al paso de los bombarderos.
Nos arrastramos hacia el río muertos de sed
pero el río era un cauce árido
en el que lo más cercano a beber
fue estrujar peces enfermos.
Mirándonos, nos preguntamos: ¿Dónde vamos?
Y el eco se encargó
de que sigamos preguntándolo
muertos.


miércoles, 15 de octubre de 2025

Hay una persona

 

Una persona camina delante de ti, despacio. Querrías avanzar, dejarla atrás y continuar tu camino pero, en su lento y serpenteante deambular, se interpone constantemente. Decides desviarte en cuanto puedas hacia la derecha, esquivar a esa persona y continuar tu camino, pero en el momento en que vas a hacerlo se echa ligeramente hacia la derecha y te impide pasar. Tratas de repetir la estrategia pero hacia la izquierda y esa persona actúa igual que tú, por lo que tampoco esta vez puedes adelantarla. En algún momento de este relato tuviste prisa, ya no la tienes. Debes seguir el ritmo de esa otra persona -no el tuyo- hasta que desaparezca. No hay nadie más en el mundo excepto esa persona y tú, camináis por el desierto y es de noche.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Daiana Henderson

 

LEÑA


El viejo junto a la ventana

emprende el último viaje;

va hacia el pueblo de su hermano

que se está muriendo.

No se ven hace cuarenta años

pero resuelven, al final de sus vidas,

formar una sociedad para la muerte.

Ella acaba de tener un bebé

y decide regalarle un futuro

resguardado de las amenazas de su marido.

El hombre al final del vagón

se encuentra en el primero de tres viajes

que tendrá que hacer, cargando

con las esperanzas de conocer a su hijo

después de nueve años de ausencia voluntaria.

Una locomotora promedio

puede arrastrar un máximo

de 2.200 toneladas.

Si las ilusiones se materializaran

no andarían los trenes.


Daiana Henderson 

Humedal (Ediciones Liliputienses)


martes, 2 de septiembre de 2025

domingo, 24 de agosto de 2025

El hombre de viento

 

El hombre de viento se ha enamorado de mí.
Le he dicho que no tiene nada que hacer,
que se desenamore.
Salir con él supondría
descartar los vestidos,
descartar los columpios,
descartar los helicópteros
y acostumbrarme a los portazos
a la hora de la siesta.
No podría presentárselo a nadie:
cualquiera preferiría saludarle,
educadamente, desde lo lejos.
No me atrevería a asomarme con él
al balcón
y no concibo un amor sin balcones.
Sería imposible estar juntos
apenas unos segundos
y precisamente eso es
lo que me vuelve loca
del hombre de viento.

sábado, 16 de agosto de 2025

sábado, 9 de agosto de 2025

Manu LF - Lleno

Un poema de Manu LF (a quien podéis leer y seguir en su blog

https://letrasquesemueven.blogspot.com/

que compartió en redes acompañado de esta fotografía de Sarolta Ban.



Lleno

La gente abre su corazón
como quien abre una puerta,
y así no puede ser.
Hay cosas que no caben en él;
los balones de playa,
las bicicletas,
o el viejo trineo roto.

La gente abre su corazón
como quien abre o cierra los ojos
y deja penetrar
onomatopeyas,
palabras muertas,
noticias quejumbrosas
o canciones que no les gustan.

La gente, la gente corriente
la gente y sus corazones,
sus corazones
y sus vacíos silenciosos.
Las puertas, las puertas blancas
las puertas y sus bisagras,
sus bisagras
y sus sonidos perennes.

La gente prostituye sus corazones y sus puertas.

¡Silencio, por favor!