"Hombre desatornillando caminos" es el título del poemario con el que he ganado el premio de poesía Iparragirre Saria. Ha sido la única vez que, para escribir un poemario, me he puesto la voz de un hombre en vez de mi voz de araña.
Dejo un par de poemas para desatornillar o algo.
Desatornillar un camino
¿Quién dice que sea fácil desatornillar un camino?
Hay que reptar por el estómago del cemento
procurando no aplastar ningún nido de topos,
no contagiarle tu propio desnivel a la tierra
ni otro hundimiento a la noche en lo oscuro.
Hay que saber descifrar la contraseña del tornillo
no con los dedos, sino con las huellas dactilares.
Hay que no hundirte, agarrándote con los dientes
a las raíces de un tractor silvestre que te mantenga
mientras pasan furiosas por tu lado corrientes de dunas
en cuyas entrañas asoman cráneos de flor y muslos diminutos.
Hay que grabar tus iniciales en el oxígeno que te falta.
Hay que salir y, para entonces, haberlo olvidado todo
y estar preparado para olvidarlo mil veces más,
pero siempre después de tener que recordarlo.
El santo al cielo
Dime, dime, dime, dime, Maribel,
en qué estabas pensando,
cómo se te ha podido quemar el estofado de óxido
si siempre te sale tan bueno y tan marrón.
Y si se te ha ido el santo al cielo, por qué
no le has disparado con tu pistola de milagros de fogueo
para que baje, herido de alas, a vigilar el estofado de óxido
que habías puesto al fuego mientras pensabas lo que pensaras.
Ven, Maribel, voy a abrazarte igual que aquella noche de tómbolas
en la que gané la pistola de milagros de fogueo para regalártela,
porque en mis manos dispararía áreas de servicio,
porque tú sí haces milagros y tenías frío.
Ya entonces quería yo saber en qué pensabas, Maribel,
cuando se te va el santo al cielo, aunque nunca como hoy,
nunca preparando el estofado de óxido que tan bueno y tan marrón te sale.
Y ahora qué hacemos con el hambre, Maribel,
ven que te abrace, dime qué piensas o dispárame.