Lo únic
que qued
del veran
Tres poemas míos cruzan el ciberespacio infinito y llegan a las buenas manos de El rizo robado. Podéis leerlos aquí.
Le gustaba escribir y lo hacía a conciencia, tomándose su tiempo y recreándose en la curva de cada vocal, en el alzamiento o socavamiento de cada consonante. Tenía una letra preciosa, es cierto. No le gustaban los e-mails ni los whatsapps. Escribía frases como olas retirándose. En la Universidad, cuando tomaba apuntes, sólo era capaz de transcribir principios o finales, por lo que más que apuntes componía collages; nadie que hubiera faltado a alguna clase se los pedía. Tardaba una hora en hacer un esquema. Suspendía todos los exámenes menos el de dibujo. Mientras rellenaba una solicitud, se le acababa el plazo para presentarla. Mientras escribía sus memorias se murió, pero despacio y con cuidado de no emborronarlas con su cadáver.
Editado por La Cartonera del Escorpión Azul, "Vuelta e ida" (2023, Francisco Layna Ranz, con ilustraciones de Ángel Cerviño) contiene fragmentos que para este tiempo funcionan mejor que el paracetamol o la vitamina C, como por ejemplo:
"Lo natural es el desorden. El orden sí necesita explicación y búsqueda. Lo que sucede también sucede en el sentido de lo impensado o contra lo que se presumía".
"A ambos lados de la frontera, la palabra fin".
"Apunten otra vez, por favor: en 1571 el monarca portugués está en París y al día siguiente se le ve entrar en Lisboa. Eso es imposible. ¿Es mentira lo que no es posible? Hay un residuo espacial que no pertenece a nada ni a nadie. ¿Es mentira ese residuo?".
"Es aterrador que una joven muera en el hospital y en la habitación más cercana alguien ronque".