(
Este es un relato escrito hace bastante tiempo, al que he peinado y recompuesto un poco para dejarlo hoy aquí, porque a veces, demasiadas veces, las situaciones se repiten.)
Eva se levanta, se viste, se restaura, se toma un
café mientras se peina. Coge las llaves, se le escurren, se le caen y, en mitad
del descenso, a Eva se le ocurre un verso. Retira la mano que estaba destinada
a coger las llaves, imagina que su dedo índice es un bolígrafo y escribe el
verso a la inversa en el espejo, mientras un ruido metálico golpea el suelo sin
violencia.
Eva recoge las llaves, abre y cierra la puerta, baja los escalones de dos en
dos, sale a la calle y... la exagera. Lo que es gris lo pinta de azul, lo que
es negro, de blanco, lo que es marrón, de rojo, lo que es silencio... de verso,
que apunta esta vez en su ombligo, y lo acaricia y lo arruga y se sonríe y se
sorprende, pero alguien le increpa y ella se entretiene en no responderle. Se
esconde el poema bajo la camiseta, se marcha, y como un eco se eleva, Eva.
Están esperando a Eva. La recibe un hombre a rayas, muy serio, muy tenso, poco
generoso, que cuando ella le da los buenos días, él tan sólo se los presta.
Quiere saber su edad, conocimientos y experiencia. Y entonces Eva se bloquea, y
divaga, y suspira, y se emociona, y recuerda en voz alta los felices días de su
infancia, y se pregunta qué es poesía, sino la vida misma, y asegura ser
Licenciada en Arte y Confección de Versos, haber cursado estudios de Diseño
Trágico, y poseer un don innato para la Decoración de Interiores. De pronto,
Eva se muerde la lengua, mira al techo, resopla, comprende, y, amablemente le
pregunta si podría repetirle la pregunta. Al hombre a rayas se le queda
la cara a cuadros, le quita los buenos días y la despide, empujándola
hacia la puerta con los ojos.
Eva
se va. Eva está triste. Eva se sienta en un jazmín y le sobra la mitad de los
pétalos para cubrirse la cabeza y tener la sombra perfecta donde escribir un
poema. El poema en el que Eva se hace poema, se levanta, se viste, se restaura,
y sale a buscar trabajo en días de lino y prosas.