Mientras estaba siendo atendido un joven repartidor de
pizzas bastante afectado, el siguiente en la cola rememoraba los años en los
que la gente denunciaba la sustracción de su vehículo o de sus tarjetas de
crédito, o el asalto a su vivienda... tiempos en los que se robaba lo material.
Siendo al fin su turno, fue atendido por el oficial, que tomó nota de los
hechos acontecidos: a las ocho y media de la tarde el denunciante salía de
trabajar del taller mecánico sin haberse quitado su grasiento mono, cuando dos
hombres le cerraron el paso en una callejuela. Le amenazaron. Él se mantuvo
firme, negándose a darles lo que a voces le pedían. A cambio les ofreció su
reloj, su cartera, su muela de oro, pero no querían nada de esto. La
emprendieron con él a puñetazos y a patadas. Aguantó como pudo pero al final
accedió a sus pretensiones: les entregó su trabajo, les explicó en qué
consistía, cuál era el horario y cuál el sueldo. No satisfechos con esto, le
pidieron las claves. ¿Qué claves?, preguntó, ingenuo. Las claves de su éxito
laboral, de lograr mantener su empleo en medio de aquella crisis, le
respondieron. Tuvo que dárselas, gimoteaba, mientras el oficial le daba unas
palmaditas en el hombro. Firmó la denuncia y se alejó observando la cola que
dejaba tras de sí y en la que había, entre otros, un bombero, una prostituta y
un proctólogo.
viernes, 27 de julio de 2012
lunes, 23 de julio de 2012
Pandemónium
Con movimientos de animal impaciente por
cautivo,
encubro la verdadera intención de mi pecho
-escribir mi nombre en la espalda de quien me
da la espalda-.
Y si la calle se ha llenado de sillas
plegables
acepto la sugerencia de agacharme y observar
cómo arde el cielo.
Arde, el cielo arde y nadie puede subir tan
alto y apagarlo.
Pandemónium, qué cerca y qué lejos. En
realidad, qué cerca...
Aparqué mi vuelo en algún lugar púrpura sobre
el río
pero no sabría concretar el punto exacto, ni
importa ya.
Lo que no entiendo es esta torpeza al asignar
cárceles.
Si pretendían aquietarme,
por qué encerrarme en una pecera sobrando
jaulas.
Entonces habría una puerta, y yo podría
abrirla,
hallándome lo suficientemente seca para arder
con todo.
sábado, 14 de julio de 2012
MCXIII
A
propósito de lenguajes:
me
resulta más fácil escribir en prosa
pero
la poesía me es más necesaria.
viernes, 6 de julio de 2012
Lo que faltaba
Sabía
que olvidaba algo:
no
era el paraguas, porque,
lloviendo,
no se mojaba.
Volvió,
incapaz de precisar
qué se había dejado atrás,
qué
era...
Abrió
el ataúd
y
se vio a sí mismo,
justo
lo que le faltaba.