Me hacían daño los zapatos y me los quité. Tenía calor
y me deshice del abrigo. Me cansé de mirar el reloj y lo lancé lejos y así dejé
de tomar mis medicinas, de ir a trabajar, de quedar con nadie y otras
actividades que implicaran estar pendiente del tiempo. Me volví enferma, pobre,
solitaria, descalza, ligera. Regalé mi casa a los ladrillos, mi ropa a las
ovejas, mis libros a los árboles, mis flores a la primavera. Pero todavía
necesitaba desprenderme de más cosas. Respiré hondo y me pesaban los pulmones,
maldita sea… ¿lo entendéis ahora?
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