He
estado y escupido en tu casa, cartero, mientras tú estabas en la mía. He visto
en la oficina postal, tu morada, a compañeros tuyos de trabajo, y también a
personas esperando su turno para enviar o recibir palabras certificadas. No sé
cómo eres, quién eres, pero no podías ser ninguno de los otros carteros con los
que me he cruzado allí porque tú, mientras tanto, estabas en mi portal,
dejándome un acuse de recibo. Da igual cuando salga a la calle porque en ese
mismo momento vendrás tú a traerme algo. Por eso nunca he visto ni veré tu
rostro. Tu voz sí la conozco. Eres ese tipo de persona que no agradece los
favores concedidos. A veces llamas a mi portero. Pregunto quién es. “Cartero”,
dices. Le doy al botón de apertura. No me das las gracias, desgraciado, y lo
único que me indica que has entrado es el sonido de la puerta abrirse, abajo.
Vivo en el primero y lo escucho todo menos las nubes. Podría bajar en ese justo
momento y sorprenderte, pero entonces podría matarte. Un portazo, otra vez
abajo, me comunica que te has ido. Siempre me dejas las cartas fuera, a la
vista, encima de los demás buzones. Como si no supieras en cuál de ellos
echarlas. Como si no supieras para quién son. Como si yo no existiera.
Son personas o robot?? Realizan su trabajo mecánicamente, como casi todo lo que haceos hoy en día.
ResponderEliminarBesos.
Son personas, pero algunos parece que tengan un chip incrustado o no sé. Un beso muy grande!
ResponderEliminarEfectivamente, va a ser que no existes. Vivo en el segundo de ese mismo bloque y jamás te he visto. Ni a ese cartero, tampoco. Nuestros avisos del banco, el único que aún nos escribe, los deja una chavala con piercing en la oreja izquierda.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
jejeje, me has pillado, Amando (abrazo)
ResponderEliminarMuy buenos los dos protagonistas de este chiste!!
ResponderEliminarMe río, me río, me río.
Gracias!!
Gracias a ti, Daniel. Conste que esto está inspirado en hechos reales.
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