lunes, 29 de enero de 2018

Canal centrifugándose



En la casa del silencio
no se están muriendo, lo sé,
porque las cortinas están abiertas
y hay periódicos de hoy.
Estaba deseando llegar, tumbarme.
He hecho un largo viaje,
he estado tanto tiempo fuera de esta ciudad
que parece otra.
Mi habitación tiene un balcón
desde el que veo que la calle
es un raudal de agua verde embravecida y ruidosa
que golpea violentamente las fachadas
estrellando contra sus ladrillos a los peces
que no pueden luchar contra ella
porque forman parte de ella.
Aquí voy a dormir,
en este canal centrifugándose
sin góndolas posibles, con este escándalo.
Miro a lo lejos para saber si el raudal termina
y lo que veo es una montaña de piedras
adonde también llega el agua.
Sé que va a ser difícil descansar aquí
pero no quiero irme nunca.



De "¿Qué hacer con Freud además de matar a Freud?"





sábado, 13 de enero de 2018





Cuando llueve también prefiero mirar hacia abajo.

domingo, 7 de enero de 2018

Corazones de piedra




A María Rosa García, a su empuje

Conocí a una mujer
que, caminara por donde caminara,
siempre encontraba a su paso
corazones de piedra.
Subíamos la misma vereda de la misma colina
a la misma hora, todas las tardes.
¡Mira esa piedra con forma de corazón! –decía, de pronto,
y se detenía a recogerla, y después otra, y otra más…
Yo no las veía si ella no las señalaba.
Las únicas que salían a mi encuentro
tenían formas de masas encefálicas,
y jamás cogí ninguna
porque jamás ninguna me dijo nada.
Cuando bajábamos la misma colina
por la misma vereda a la misma hora,
cada una desde un planeta diferente,
ella tenía
las manos llenas de corazones
y yo
el corazón lleno de piedras.

viernes, 5 de enero de 2018

El 18, el 9, el 31, el 33, el 17, el 8, el 5, el 19 y el 1

Me gusta el número 9 para este 18. Tenía intención de hacer muchas cosas el 31 del 17, entre ellas escribir unas líneas en el blog, pero al final la calle me pudo y la tarde me confundió. Y luego llegó el 18 de golpe y porrazo y me ha costado asimilar su presencia. Pero bueno, 18, ¿qué pretendes?, ¿hacerme más tardía de lo que soy? -le pregunto, envalentonada. El 18 es muy así y no responde si alguien le está mirando, y no puedo evitar mirarle fijamente ahora que he comprendido que es él, que está aquí, que ya no hay marcha atrás. Vamos, que tonta no soy, que yo con cinco días que me repitan las cosas me doy por enterada. Me gusta el 9 para el 8 porque es su caricatura incompleta, más hermosa, más dinámica.  Y me gusta el 9 para el 18 porque es su mitad cíclica. Los propósitos que me he fijado para otros años y que han estado en mi mano, los he cumplido. Los que dependen del azar, casi nunca, porque lo mío no es el azar sino el destino. Compré lotería de navidad y no me ha tocado ni un mísero reintegro. Así que ya no compro más. Al niño que le den. A las mujeres, que dejen de matarlas. Y a vosotros que os den amor, mucho amor. Y a mí también. Más abajo, fotografía de un 9. Me costó que se quedara quieto. A ver qué pasa a partir de este 5 que me tomo como un 1. Para el 19 no sé qué número me gustará. El 33.