Eva Hidalgo no es Penélope, es Ulises. Esté donde esté acaba de llegar, o así se siente. Eva Hidalgo es Robinson Crusoe, no es la isla. Asociar a Eva Hidalgo con estos dos hombres no es ni mucho menos masculinizarla, es embarcarla en el mar donde no existen los géneros sino la supervivencia. Pero si hablamos de mujeres afines, Eva es María Zambrano, quien escribió desde el asombro. Y es Marie Curie. Y es María La Judía. Eva es todas las Marías experimentando. Eva tiene esa forma de poetizar como si lo hiciera desde cierta penumbra (que no oscuridad), como si escuchara en su interior una voz dictadora no en el sentido político sino etimológico: dictador es quien dicta (la voz interior de Eva) a quien transcribe lo dictado (Eva), porque a Eva nadie le dicta salvo ella misma. Enigmática, misteriosa, curiosa, inquieta, sabia… Eva Hidalgo arroja unas cuantas verdades sobre la mesa al tiempo que saca la lengua. Eso en cuanto a Eva.
En cuanto a “Orden inverso” (Ediciones en huida, 2024), es un libro extremadamente innovador, original, grave, irónico, que conserva ciertos elementos comunes con su anterior libro (“Dos cuervos”, Ediciones en huida, 2017), de manera que podemos decir que consolidan no dos libros sino una poética: la infancia, la naturaleza, cierta desilusión, el análisis desde la observación, las sentencias, la tierra y sus glosarios. Al mismo tiempo tiene un trasfondo muy urbano a la vez que crítico respecto a esta sociedad que nos marea (los bares, la gente de la noche y sus puñales, la injusticia, los abusos en general) y también la mezcla de los dos (los incendios provocados por el ser humano, la sequía, la zoonosis (enfermedad infecciosa que ha pasado de un animal a humanos)). En los últimos años Eva ha completado este libro, “Orden inverso”, compuesto por, como ella dice: “Doce interrogantes” que reflejan su incapacidad de entender y nombrar el presente. Porque, ante lo indefinido, la reacción de Eva Hidalgo es la pregunta y el canto.
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