Al animal que llevas dentro
le enseña a respirar un niño.
Abaubab te ha visto crecer
y tú no conoces su nombre.
La hierba sobre la que sueñas está
caliente.
Yo me tumbo encima y hago ruidos,
me ovillo, te huelo, me rasco las
pulgas.
A la niña que llevo dentro
la enseña a ahogarse un animal.
Abaubab no conoce mi nombre
y yo no sé si le he visto crecer.
El barro sobre el que sueño está frío.
Tú te tumbas encima y lo calientas,
te extiendes, me lames, te muerdes las
pulgas.
De Diario de un ascensor en un bloque de dos plantas con azotea
He disfrutado de estas letras, a modo de oxímoron. Me gusta cada vez más pasar por aquí.
ResponderEliminarSaludos
Igualmente te digo. Elena, este blog tuyo tienen tanta belleza tus versos y son tan sugerentes que es un gusto pasar por él. Un abrazote. Tino
ResponderEliminarLuis, gracias por traerme esa palabra (oxímoron), tengo debilidad por ella.
ResponderEliminarTino, siempre es un placer tenerte por aquí.
Gracias a los dos por pasar, leer, comentar, y todo lo que implica.
Las pulgas son los nuevos dioses cuando nos echamos sobre la hierba. Nos matan. Reímos.
ResponderEliminarUn gusto leerte.
Sarco Lange, perdona porque no había visto este comentario hasta ahora.
EliminarLas pulgas están subestimadas. No valen para ser mascotas, sino para ser amigas. No lo entendemos y las matamos. Y se ríen.
Gracias por tus palabras.