A María Rosa García, que actualmente no tiene huerto pero sí un chihuahua
Hay
una mujer en ese gesto.
Es
silenciosa como un escalón;
clara,
como un estanque de lápices;
delgada,
como una herida de pétalo
que
se abre y se cierra las noches sin luna.
Hay
una mujer tras esa verja,
al
lado de la casa azul,
cuidando
un huerto de azahar y corales,
escoltada
por dos perros y dos dragones.
Se ha arrodillado frente a un muro de plomo,
golpea su cabeza contra él hasta traspasarlo.
Entierra un
temblor,
un rosal
y mil versos,
con sus enormes manos pequeñas.
Hay
una mujer en ese suspiro.
Tiene
la fuerza de un volcán paciente;
tiene
la paz, el calor, el aroma
del
café las tardes tempranas.
Hay
una mujer tras esa mujer,
diagonal
esbozo de mundo.
Esa mujer sobrevive en tu poema, gracias princesa
ResponderEliminarMagnífico. Sencillamente, magnífico.
ResponderEliminarUn abrazote. Tino
Gran mujer la que describes y precioso poema para elogiarla.
ResponderEliminarUn besico.
Unos versos dedicados muy, pero que muy especiales.
ResponderEliminarSALUDos
Gracias por los comentarios, aunque lo tuve fácil ya que la retratada se estaba retratando a sí misma simplemente por ser. Abrazos a todos y uno muy especial a María Rosa, que sigue luchando.
ResponderEliminarPareciera que hay una mujer que ya no espera sino que sabe...una mjer que detrás de los muros, también existe ella con la fuerza y la verdad entre sus amnos.
ResponderEliminarEs muy bonito ese esfuerzo de lucha que se adivina.
Un abrazo, Guaci.
Exactamente, Augusta. Ella es.
EliminarGracias por tus palabras terminando de pincelar este retrato, y un abrazo.