Hasta el 16 de enero.
El blog tardío de Elena Román
De profesión, Guadiana
lunes, 2 de septiembre de 2024
viernes, 30 de agosto de 2024
martes, 18 de junio de 2024
domingo, 16 de junio de 2024
Partamos del blanco
El blanco se puede adaptar al poema (y a la inversa), así como se adapta fácilmente a un tiesto en prosa. Blancas son las gotas del jazmín, blanca la víspera de las mariposas y blanca la nieve que no existe. Blanco es el oxígeno que falta cuando un padre se muere, pasa el tiempo y el padre se sigue muriendo. Extremadamente blancas son las piernas de los sonámbulos. Tienen cuatro.
sábado, 25 de mayo de 2024
Hipermetropía
Mi padre, cuando volvíamos los domingos
de comprar lluvia y recortables,
me refiero a
cuando yo era pequeña de edad
y enorme de estatura,
por aquel entonces,
mi padre los domingos
movía la cabeza y me decía:
niña, no empequeñezcas nunca,
y yo le dejaba saltar
desde la palma de mi mano.
viernes, 12 de abril de 2024
Cómo, sin viento
Cierra
la puerta:
que
no entren,
que
no salga.
¿Cómo
se ha abierto la puerta
por
el lado contrario?,
¿cómo,
de madrugada?
¡Que
no entren los tiempos!
¡Que
no salga mi padre!
domingo, 31 de marzo de 2024
jueves, 21 de marzo de 2024
Manos grandes
Hay un lugar en lo que miramos,
que es el lugar donde el frío
agranda las manos de los hombres
que desayunan hielo.
Ellos quieren componer muebles.
Las mujeres inventaron la llave
que ellos no pueden utilizar:
es una llave pequeña,
son unas manos grandes.
Ellos así no saben vivir,
sin sentir suya la madera.
En vez de hacer más grande la llave,
quieren morirse, pero
no abriendo un bote de pastillas,
no anudando la soga:
sus manos no atinan
con una muerte minúscula.
Ellos necesitan para matarse
una pistola de balas inmensas,
un sentarse frente al último amanecer,
un martillo para romperlo y romperse.
viernes, 15 de marzo de 2024
miércoles, 13 de marzo de 2024
Misión: imposible
Alicia Es. Martínez le pone voz al poema "Misión: imposible" de mis "No (tan) ángeles" (La cartonera del escorpión azul, 2023).
¿Dónde podéis oírlo y ver el vídeo elaborado al respecto? Pues aquí.
Gracias a Olga RT por su infatigable labor de propagación absoluta de la poesía de mujeres.
sábado, 9 de marzo de 2024
Toy (Thomas Feiner)
Banda sonora escrita de un domingo. Perdón, sábado, pero como llueve, parece otro sitio
(y recupero la música)
jueves, 7 de marzo de 2024
Las provincias de Benet o vivir en un Chagall, de Elías Gorostiaga
Hay poemarios que son manojos de llaves, o son sólo sombras de poemarios, o son el césped de madrugada, o son poemarios del traslado, y hay poemarios que son pócimas que funcionan, porque son el puerto y el cementerio, y es que son poemarios sorprendentes, atípicos, entusiasmadores ya desde su título, como es el caso de Las provincias de Benet o vivir en un Chagall (V Premio Internacional de poesía Juan Rejano-Puente Genil, edit. Pre-textos, 2023), de Elías Gorostiaga. Es, por tratar de analizar el libro desde dentro de un reloj, un poemario actual a la vez que sin tiempo.
Por una inmensa mayoría de las páginas de Las provincias de Benet o vivir en un Chagall desfila lo animal cuando es ganado (es decir, cuando los animales son mansos y alimentan a quienes los alimentan), pero si alguien piensa que el ganado es un conjunto de bestias tranquilas, es porque no conoce sus sueños. En un continuo entremezclarse de personajes de diferentes épocas que mantienen con Juan Benet conversaciones imposibles que lo hubieran cambiado todo, recibimos estos versos fluidos, dolientes, turbadores, puntales de la primera parte del libro. En ella se nos muestra la casa, la familia, la velocidad; los otros tiempos, tan otros como estos; el desgarro social: el turismo masificado, la delincuencia, el rap, Hospitalet y otras localidades catalanas (¿o habitaciones?), las clases sociales, la inmigración; y Benet, paseándose tranquilo por un Madrid quién sabe si en otoño. A través de un uso prodigioso de imágenes, la mirada de Gorostiaga se desafía a sí misma como un espejo que transforma lo insignificante en metales pesados (“Alaridos de cobre”, “Una mosca sin padre”, “Las bolsas de plástico, con la voz desgarrada /flotan, como medusas, entre árboles de acacia”, “Torturar y comer lentas cien fresas”). Se divisa aquí a alguien en el Casino, alguien en el Hesperia Tower, alguien en el tejado divisando desde arriba el final del camino: la nada.
En la segunda parte se produce un cambio significativo en el estilo y en la longitud de los textos. Nos aguardan poemas brevísimos entrelazados los unos con los otros (el final de un poema –o una aproximación, o una palabra– es el comienzo del siguiente), poemas ágiles que van pasándose la antorcha que nos ilumina hasta el final del libro, de modo que en ningún momento reina la oscuridad ni la quietud. Se vale aquí Gorostiaga de versos concentrados y dolientes (“Te acercas mordido”). Si eran los rebaños (aunque también los ingleses y los gitanos) los que poblaban las páginas de la primera parte, aquí es el agua uno de los elementos predominantes: la noria, la fuente, los pozos, los patos. Destellos feraces como “Es azul como un adjetivo antiguo”, o “Nadie oye las nubes ni llegar a los búhos”, nos hacen responder esa pregunta que pudiera habernos acompañado en la lectura de estos poemas teniendo presente el título del libro: mientras que Benet aparece en la primera parte, ¿dónde está Blanca Andreu en la segunda? ¿O es que cuando desapareció del mundo literario lo hizo también de los sitios de papel? Nada más lejos de la realidad. Claro que Blanca Andreu está presente en esta segunda parte: el onirismo, lo irracional, lo premonitorio, la melancolía, la emoción… cristales pequeños que configuran su absoluta presencia.
Un apunte final: si acaso pudiera pensarse que Elías Gorostiaga rompe la barrera del tiempo en la página 32
(“El abismo flota como una camisa.
Hinchada, cae a plomo en un instante.
Ya”.)
no es una sospecha, ha ocurrido.
domingo, 25 de febrero de 2024
Hotel con vistas al trance
En la calle de detrás del ruido
se encuentra el hotel con vistas al trance.
El recepcionista es un niño monosilábico
que sabe callarse perfectamente en francés
y que cambia a diario los números de las puertas
(por eso no es posible pasar
más de dos noches en la misma habitación).
Un domador se encarga de alimentar a la alfombra:
con una mano le arroja cubetas de pasos crudos
y con la otra empuña un látigo para mantenerla a raya.
Son ya clásicos detalles tan estúpidos como
laúdes y diales muertos a la hora del lunch,
flores de tela sordomuda en el hall
y los célebres jabones de cloroformo de 10 kilos,
cuyo fin es fortalecer los bíceps de los huéspedes
que se lavan la cara, manchada de sueños,
antes de dormirse de nuevo.
Se sabe de ellos a veces, cuando
salen al balcón a desperezar sus voces,
a dejarse golpear por la acústica del extrarradio.
Y es hermoso verles convivir sin asomo de crueldad,
o quizá la haya, pero qué más da, no siendo expresa.