Cuida a tu peor enemigo. Escoge las palabras cuando le hables, no le insultes (suele ser muy sensible). Llámale de vez en cuando por teléfono: pregúntale si está bien, si necesita algo. Invítale a comer. Invítale a una copa. Invítale al cine. Abrázale. Bésale. Si se pone pesado o cruel, si te amenaza, si canta y mal, si saca a bailar a tu pareja mientras le mordisquea el cuello, si te quita la cama y te manda al sofá, si te roba el coche, el mando a distancia de la tele, el trabajo, los sueños, si hace fracasar todos tus planes, si te deja en ridículo, si te eructa al oído, si te rompe la cara, no le des demasiada importancia, no se lo tengas en cuenta, no le escuches si no quieres pero no le hagas daño, no traiciones vuestra enemistad. Él es así. Le conoces bien. Sabes de su estilo y de su carencia del mismo, a veces. Habéis crecido juntos. Forma parte de tu vida. Míralo. Mírate. Lo asumes pero no lo entiendes. Tu peor enemigo eres tú. ¿Sabes / en qué momento / comenzaste a / odiarte?
¡Ay, caray!.
ResponderEliminarMe lo estaba temiendo...
;)
:)
ResponderEliminarEn la preadolescencia jaja. Por suerte se cura :P
ResponderEliminarbueno... y en preadolescencias pasadas de fecha
ResponderEliminarNo hay peor enemigo que uno mismo, bueno, sí, sí lo hay pero no lo digo.
ResponderEliminarMe quedo con la duda entonces?
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