lunes, 22 de junio de 2015

Nueve


El bar, los camareros, el loro que silba en gris, pertenecen a la mañana recién nacida, pero algunos sonámbulos traen los zapatos y la oratoria manchados con restos de la noche anterior. Por ejemplo los dos que discuten al final de la barra: uno con la camisa abierta mostrando una medalla peluda, y  el otro con traje y sombrero; uno ultrajando pasos de tango y el otro juntando las manos para rezar, y ninguno de los dos es sincero. Se venden cupones, sueños, churros, parcelas en Marte, y una bayeta acicala ídolos de acero y cristal, y un periódico quiere compartir desde la verdad hasta la mentira aguardando a sus víctimas doblado y aparentemente distraído, expandiéndose cuando una anciana marrón y tachada lo coge para leer esquelas con las uñas. Dice la radio que un hombre ha matado a su mujer y después se ha ido a ver un partido de fútbol. Nada es fácil de entender si nada tiene que entenderse. 

De Veintiún bisontes

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