domingo, 13 de marzo de 2016

Pesar el humo



Qué horror, érase un hombre al que le engordaba el humo. Fumaba desde los quince años y engordaba a razón de un quilo por cartón, lo que desembocó en una obesidad mórbida difícil de vestir y de mover. Tenía el hombre más ojeras que ojos, pero esto no viene a cuento. Se preparaba los chorizos al infierno como nadie: se los metía en la boca junto con un trago de alcohol de quemar y enseguida estaban listos. Pero que no vomitara ese hombre, porque la última vez que lo hizo provocó un incendio difícil de olvidar. Hace seis años le dieron dos años de vida. Desde entonces no se ha separado de su televisión.

4 comentarios:

  1. Me encanta tu visión absurda y tragicómica de todos los charcos a los que les das el pisotón. Realmente tengo una debilidad contigo. Algunas veces prefiero no leerte porque ya sé que no podré (aunque no se me ocurriría) decir como tú dices. Siempre un placer hojear y ojear lo tuyo.

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    1. Es lo mínimo que se puede hacer con un charco: pisarlo tragicómicamente. Lo absurdo siempre anda cerca y nos salpica. Si no fuera por eso estaríamos (más) perdidos. Un abrazo y gracias por estar, Salvador :)

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