jueves, 8 de septiembre de 2016

Historia contada en equis pisos


–Hola, no nos conocemos, ¿a qué piso vas?
–Al ático, estamos empezando a conocernos, hola.
–Ah, entonces igual que yo. Qué bien se cierran las puertas, ¿eh?
–Sí, pero este ascensor es un poco agobiante, ¿no? Tan estrecho, con esa luz parpadeando como si fuera a apagarse de un momento a otro, con el techo tan bajo…
–Cierto, si midiéramos un metro más no cabríamos. ¡Eh, cuidado! ¡Acabas de crecer cincuenta centímetros de golpe!
–¡Ay, no me he dado cuenta!
–Es broma. Estoy en esa fase de la relación en la que te elevo a los altares.
–Yo nunca te querré como tú a mí, y lo sabes.
–Ya. Tú me lo demostrarás desde el principio pero yo me resistiré a creérmelo. Sufriré mucho.
–Bueno, no tanto. Te follarás a unas cuantas en medio de ese sufrimiento.
–Y de lo que hagas tú no me enteraré nunca. Serás discreta.
–Tú querrás convencerte de que tengo algo con alguien para justificar que no confías en mí. No habrá nadie, pero te resultará difícil convivir conmigo. Mira, ayer me sentía la persona más desgraciada del mundo. Hoy, de repente y no habiendo cambiado nada en mi vida desde ayer, soy feliz. Te costará aceptar eso, mis cambios de humor, mis altibajos.
–Es lo que peor llevaré. Cada mañana, cuando bese tus párpados para despertarte, no sabré de qué color amanecerán tus ojos: grises o verdes.
–Y terminarás por no besarme los párpados.
–Por no despertarte.
–Y tendremos un perro.
–O un hijo.
–No, un hijo no. Eh, acabamos de llegar al ático. No hay más pisos arriba.
–Fue bonito, ¿verdad?
–Sí. Pero este ascensor era demasiado pequeño. Estábamos tan juntos que no nos dimos cuenta de lo separados que estábamos. En otras circunstancias, quién sabe si lo nuestro hubiera funcionado.
–En otras circunstancias no te habría conocido. Ahora toca bajar por las escaleras. ¿Vienes?
–No, gracias. Prefiero bajar por la ventana.

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