A Eva Hidalgo
Estaba escribiendo una columna
o un carril: algo
estrecho. Eva
saltaba y saltaba pero no podía
verla porque las columnas son
opacas y los
carriles son
independientes y
además, no,
no tienen
orejas. Eva quería
decirme “hola” y contarme una
historia y entonces le di de
comer anchura
a la columna o al
carril, y le di luz y espacio
a la columna o al
carril y la hice no rectangular sino cuadrada,
es decir, que de ser
columna independiente pasó a piscina llenita de palabras,
y de ser un carril opaco pasó a ventana traslúcida y entonces fue cuando vi a Eva en el bordillo. Escuché
cómo me llamaba y la invité a saltar y eso hizo: saltar. Eva saltó sin saber si
lo hacía a una piscina o a una ventana pero, fuera lo que fuera, era
transparente y ancha, y tenía un montón de palabras. Ya en la piscina, Eva no era Eva sino su historia. Y su historia nadando era la amplitud y era el verano.
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