lunes, 24 de abril de 2017

La venta



Estrechó la mano del vendedor y así cerraron el trato. Regresó a su casa justo cuando su mujer acababa de preparar la cena. El olor a asado y el de la leña ardiendo se habían repartido las habitaciones ordenadamente, excepto el salón, donde ambos se confundían. Su hijo pequeño corrió a abrazarse de su pierna. El gato persa observaba la escena al lado de la chimenea. Después de cenar se sentaron en la alfombra y jugaron a adivinar el conjuro que podría hacerla volar. Afuera caía nieve horizontal. La velada fue perfecta. Al día siguiente amanecería solo, como todos los días.

3 comentarios:

  1. Muy chulo ,es como atrapado en el tiempo.

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  2. Hay trazados en este desolador, mínimo y excelente sueño que no pueden pasar inadvertidos: ¿qué habitación escogió el asado y cuál el olor a leña? ¿Y la caída horizontal de la nieve? Un picoteo el tuyo ese que haces en la realidad constantemente para dotarla de juego.
    Me gusta este relato por su plenitud y por el desasosiego que produce, por ese hilo de cuento sutil que subyace y por ese 'despertar' brusco del final.

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  3. Este textito tenía, cuando lo escribí, una frase final que no dejaba dudas sobre el mensaje de la historia, pero como con el paso del tiempo he aprendido a usar las tijeras de una manera que antes me asustaba y ahora me vuelve loca, suprimí esa línea para dar lugar a más interpretaciones. No es un bucle ni es un sueño, pero me encanta saber que puede dar a entender ambas cosas. Es la compra de algo efímero, laralalá. Saludos, Riberaine y Ventana indiscreta, gracias por la visita y las palabras, de lo que siempre aprendo.

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