Acabar un año embarcando los buenos propósitos
en el primer vagón del año siguiente.
Ansiar la puesta en marcha de la locomotora
y, cuando esto sucede,
descubrir que el tren va en el sentido contrario
al que imaginábamos,
por lo que los buenos propósitos viajan
en el último vagón.
Avanzar poco a poco para recorrer
todo un país.
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