Le gustaba escribir y lo hacía a conciencia, tomándose su tiempo y recreándose en la curva de cada vocal, en el alzamiento o socavamiento de cada consonante. Tenía una letra preciosa, es cierto. No le gustaban los e-mails ni los whatsapps. Escribía frases como olas retirándose. En la Universidad, cuando tomaba apuntes, sólo era capaz de transcribir principios o finales, por lo que más que apuntes componía collages; nadie que hubiera faltado a alguna clase se los pedía. Tardaba una hora en hacer un esquema. Suspendía todos los exámenes menos el de dibujo. Mientras rellenaba una solicitud, se le acababa el plazo para presentarla. Mientras escribía sus memorias se murió, pero despacio y con cuidado de no emborronarlas con su cadáver.
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