papá,
para poder escuchar bien cómo nombras lo que ahora ves.
Dicen que la muerte es una puerta
tras la que permanece lo que deja de verse.
Yo no oigo nada más que
nido y mariposas.
Arthur Samuel
jugando contra una copia de sí mismo
aprendía a mejorar su juego.
Un programa informático puede tener
un subprograma que en realidad
es una versión de sí mismo.
Recursividad, metáfora
para no perderse adrede.
Tenéis hasta el 30 de junio para presentaros, y el buen hacer de Liliputienses respaldando la convocatoria y la publicación del libro ganador. Suerte.
Voy a escribir un relato en el que no haya principio ni final. En el que lo que suceda dependa del principio y derive hacia el final. Un relato como un párpado, en continuo movimiento salvo cuando tiene que hacer como que duerme. Voy a escribir un relato caleidoscópico, con piezas imposibles de juntar ni siquiera con palabras. Voy a darme un paseo aprovechando que la niebla propicia no entretenerse con nada más que con los propios pensamientos. Los pensamientos, si son propios, derivarán en ese relato. Voy a escribir ese, y no otro, relato. No habrá personaje protagonista ni secundarios. Lo único que pasará será el tiempo. No lo terminará de leer nadie. Voy a escribir un relato bárbaro cuando vuelva de la niebla. Un relato once. Un relato humo.
Aquí la reseña, publicada en mi querido Coloquio de los Perros, sobre Mejor cerca del agua, de Paula Babot.