Que un animal atropellado suena como una tormenta del tamaño de una oreja, que el metal conserva su corazón al cumplir trillones de años, que los niños pueden volar, que el fuego nació antes que el agua y el verso antes que la tinta, que las prostitutas no venden lo que venden sino lo que prestan, que las ciudades se inspiran en los bosques y el neón en dioses confusos, que los parásitos son más listos que los dinosaurios, que al verdadero amor lo matan los supermercados, que el tambor habla en Morse con las ambulancias, que las huellas de las margaritas son profundas, que los borrachos lloran mejor por la noche… Esto es lo que un hombre en una caverna trató de decir cuando, al dibujar los días, le regaló a la piedra veintiún bisontes.
De Veintiún bisontes
¡Hay que comprar ese libro! Las autoridades sanitarias lo advierten.
ResponderEliminarMuy bonito, Elena. Siempre ha habido necesidad de expresarse y la piedra es un buen material, no sé, habrá que probar.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mi también me ha gustado, y me gustó mucho, 21 bisontes.
ResponderEliminarCojonudo, el pintor.
ResponderEliminarLo cierto es que costó sacar adelante a los bisontes sudor, sangre y bufidos, pero (creo que) mereció la pena. Muchas gracias a los cuatro, abrazos de los grandes.
ResponderEliminarEncontré tu blog a través de Nubher. No sé por qué no te busqué antes, porque me encanta leerte, pero desde ahora te sigo. Un abrazo, Elena.
ResponderEliminarInma, creía que te había mandado el enlace a ti también. En fin... Que un abrazo para ti también.
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