sábado, 3 de septiembre de 2011

II



Y ya que un incendio implica soledad,
ausencia sinónima de la blancura,
equivaliendo la desolación al limbo de las ratas,
sólo cabe desear que el cielo se contagie
y llueva, llueva mucho, llueva.
Han de brotar camisas y puentes,
y ya que de un incendio se deduce un campo
y la ciudad se encuentra a pocos versos,
que venga el camino y nos llene de pasos
provistos de una ida y una vuelta
y calculemos la orientación del arco iris
para ponerle un mango y abrirlo
bajo las últimas gotas, y plegarlo
bajo el primer amago de la clorofila.

10 comentarios:

  1. Nunca dejaré de disfrutar cómo escribes.

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  2. Mejor, porque así siempre te seguiré teniendo cerquita.

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  3. ¡Sublime! Sigues en forma, ya lo creo :). Locura de imágenes... ¡Eso se ha ganado un versabrazo!

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  4. pero qué maravillosa explosión de luces y significados. me dejas como cuando tiraban fuegos artificiales en mi pueblo: aplaudiendo y boquiabierto.

    (y queriendo más)

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  5. Manífico. Un auténtico disfrute este poema, igual que todos los otros sugieren tantas cosas que hay que volver a leerlos y en la relectura se provoca el "chispazo" de la emoción...Gracias.
    Un abrazo

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  6. Nuria, Antero, José Antonio, Tino... muchas gracias por los comentarios, reconfortan. Vuestra presencia sí que es una auténtica fiesta. Abrazos contentos.

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  7. Bello deseo el de la lluvia.
    La virgen debería salir de la cueva, debería estar desvirgada siempre que un incendio asole.
    Dudo que las ratas tengan limbo: son frenéticas y chillonas, sobre todo cuando perciben tormentas. Son sensores estupendos, de veras. Lo he comprobado varias veces cerca de alcantarillas.

    Poema vivaz, Elena.

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  8. Son versos que abren muchos caminos, sin necesidad de entendimiento. Nos vemos bajo el arco iris. Un abrazo.

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  9. Tempero, el limbo de las ratas es curiosamente silencioso y por ello poco habitado. El infierno es otro cantar, el cielo otro mentir.

    Auralaria, un abrazo también (con paraguas).

    Gracias por vuestras palabras.

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