lunes, 23 de julio de 2012

Pandemónium




Con movimientos de animal impaciente por cautivo,
encubro la verdadera intención de mi pecho
-escribir mi nombre en la espalda de quien me da la espalda-.

Y si la calle se ha llenado de sillas plegables
acepto la sugerencia de agacharme y observar cómo arde el cielo.
Arde, el cielo arde y nadie puede subir tan alto y apagarlo.

Pandemónium, qué cerca y qué lejos. En realidad, qué cerca...

Aparqué mi vuelo en algún lugar púrpura sobre el río
pero no sabría concretar el punto exacto, ni importa ya.

Lo que no entiendo es esta torpeza al asignar cárceles.
Si pretendían aquietarme,
por qué encerrarme en una pecera sobrando jaulas.
Entonces habría una puerta, y yo podría abrirla,
hallándome lo suficientemente seca para arder con todo.


2 comentarios:

  1. Sencillamente hermoso este poema, esta visión del entorno. Solemne, diría,este baile de la luz con las tinieblas, este Pandemónium que trazas en tu blog. Te sigo,normalmente aunque no deje comentario alguno. Gracias por tu comentario en mi blog. Ya veo que tienes a mi amigo Jose Cumbreño...un maestro.
    Un abrazote Elena. Desde este sur, Tino

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  2. Gracias por tus palabras, Tino. Yo también me paseo a ratos por tu blog, pero no siempre tengo voz para dejar. ¡Un abrazo!

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