Además,
tengo una cama en la que, al tumbarme, desaparezco.
El
sueño me rapta y pacta el rescate con el despertador.
Ya
no construyo destrucciones de naves erróneas,
las
dejo devaluarse a las puertas de la piscifactoría.
Basta un chasquido para conseguir el ruido
(a
la soledad le he restado la edad
y
ahora es un montón de luces
fundidas
fundiéndose).
Tus letras encuentran formas, que aun conociéndolas, nunca las había formado.
ResponderEliminarBreve devaluación con un final fulminante.
Saludos
Muchas gracias, Luis. Algo tan fácil como encender la luz se complica cuando la oscuridad no deja ver los interruptores. Un abrazo.
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