Una mujer enguantada discute el precio
de un cinturón con un anciano de dieciséis años que le rebaja un euro, mientras
mira de reojo a un chico que, en la esquina, lleva observando las gafas de sol
demasiado rato, como esperando a no ser visto para robar, sin saber que si lo
hace le perseguirá una maldición atávica conjurada en arameo. Dos agentes de la
policía esposan a una nube por traficar con éter. Donde hubo un tótem le
recuerda un poste de luz, en cuyos cables se alinean los gorriones que otean su
horizonte ambulante por si deben, llegado el momento, regatear su precio hasta
llegar a cero.
De Veintiún bisontes
No hay comentarios:
Publicar un comentario