domingo, 5 de junio de 2016

Serena



Eché a andar y andar y andar y pasé una semana, un mes y medio, siete años andando sin otro fin que el de andar y andar y andar. Mientras andaba y sacrificaba sillas de palabra se me murieron las plantas, claro, se me murieron los peces, se me murieron las nubes bajas. Se me rompieron las fresas y las dejé para que se las comiera alguien que fuera la primera vez que veía una fresa rota y no concibiera comérsela y, al hacerlo, no se concibiera sin haberlo hecho. Siete años estuve andando, no un mes y medio ni una semana, y me sorprendió cómo habían cambiado en ese tiempo los demás y, entre los demás, yo. Siete años estuve andando y dedicándome exclusivamente a andar alejada de los vicios incluido el de la serenidad y, cuando me cansé de andar, quise contar lo que había visto pero para qué.

2 comentarios:

  1. Andar siempre es para algo. Aunque ahora no lo veamos.
    Enhorabuena

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    1. Cierto, Alfonso. Andando crecemos. Gracias a ti por pasearte por aquí :)

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