Los
días en Maia comienzan con mañanas claras que prometen jornadas luminosas y
radiantes. Las pocas gentes de Maia se fían del cielo y salen sin paraguas. La
lluvia espera a que esas pocas gentes pisen la acera para arrojarse sobre ellas de pronto y con
fuerza, encharcándoles los cerebros que, sin paraguas, se reblandecen. Entonces
las gentes de Maia corren mucho para alcanzar cuanto antes la tienda de
paraguas. El tendero hace buenas ventas. El tendero tiene un acuerdo con la
lluvia. El tendero y la lluvia engañan a la gente que sale a la poca calle y
sin ningún paraguas las mañanas claras que prometen jornadas luminosas y
radiantes. Las gentes de Maia llegan más temprano al trabajo los días de
lluvia, es decir, siempre, porque corren mucho y además nunca se secan. Al ser
tan puntuales y sus cerebros tan reblandecidos, los pocos empresarios de Maia
se sienten muy satisfechos con ellos. Es obvio que los empresarios de Maia
también tienen un acuerdo con la lluvia. Últimamente parece ser que todo el
mundo tiene un acuerdo con la lluvia.
Un abrazo, Elena. Vales un mundo, y no poco, allí donde la lluvia reblandece los cerebros. Gracias por tener siempre a mano un paraguas.
ResponderEliminarMe ha encantado la originalidad con que has tratado esta historia.
ResponderEliminarBesitos, Elena.
Auralaria, que no os falte nunca la lluvia ni los paraguas abiertos. Abrazos grandes, y oxígenos mayores :)
ResponderEliminarMaribel, Auroratris, muchas gracias por vuestras palabras. Y muchos abrazos también.
ains yo quiero tener un acuerdo con la lluvia
ResponderEliminarun placer la visita
saludos!!!!
Gracias, Cielo!
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