A este amanecer desaliñado,
de pocas palabras y ninguna ventana,
anunciado por algún canario de uñas corvas,
con tu rostro oculto bajo la esquiva penumbra
desde donde yo me tapo los ojos pero no del todo,
júzgalo sin piedad con el hacha o la flecha,
decapítalo, empálalo, degüéllalo, lapídalo o
tritúralo, desmiémbralo, despelléjalo, porque
debe continuar esta noche que nos ha nacido,
que nos ha nacido.