lunes, 21 de septiembre de 2015

Ficción



–Tú estás deprimido y yo estoy deprimiéndome. Podríamos hacer una pareja explosiva de melancolía, ya lo creo...
–¿Es que quieres deprimirte más? Yo soy un hombre lejano en todos los sentidos. No creo ser una buena compañía para ti.
–Sé que eres un edificio de diez pisos al que se accede por las escaleras. Hace calor. Si tuviera los pies fríos estaría bien. Si tuviera los pies fríos se me helaría el desánimo y lo podría arrojar, en bloque y sólido, por el acantilado de los impactos. Creo.
–El último día que pude soñar crucé una puerta. No me moví más. Parece que ando, pero sólo lo hacen mis calcetines. Tengo los calcetines más fuertes del mundo. Están agujereados porque la otra opción posible sería estar muertos. Suena la música. O eso creo.
–Si nos vamos a las Antípodas nuestro rictus, boca abajo, nos empujaría a babor a punta de sable. Tranquilo, luego volveríamos. No quiero cambiarte la vida. Pero me encantaría que cambiaras la mía, lo creas o no.
–No me lo puedo creer.
–Hagamos ficción entonces.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Eso era el aire



Mi madre me cogía en brazos cuando me veía
cogiendo aire,
mi padre me subía a sus hombros.
Lo hacían para que no se me ocurriera
pisar fuerte.
Yo no tenía tamaño ni peso para hacerlo
pero cogía aire
creyendo que así sería posible.
No me gusta pisar la tierra del todo,
que mi pisada sea el ático de los subterráneos.
Sólo se me queda pegado el barro a las suelas
cuando llueve, pues es a la lluvia a quien 
le corresponde pisar fuerte, es a la lluvia.
Pisar fuerte es hacer ruido:
mi madre me tapaba la boca,
mi padre se tapaba la suya:
eso era el aire.
Soy silenciosa y ensucio poco
hasta cuando vuelvo del campo
y aun así no soy tan buena persona
como debería ser, e intento
borrar las señales que dejo por donde voy
aunque no hay apenas.
Bien, pues ese apenas,
de verdad que hoy
también lo querría borrar.